El castillo de Luis II, inspirado por Wagner.
Lunes por la mañana. Pequeños copos de nieve caen sin cesar, y se juntan sobre los andenes de la München Hauptbahnhoff. Por mi ventana en el quinto nivel se cuela un viento helado, sin embargo hacia el horizonte se vislumbra que será un día bastante claro. La estación está colmada por transeúntes que descienden de los trenes, algunos con prisa, otros con la mirada fija en su celular de manzana. Entre sorbos de un café americano y manzanas llego al andén donde ha arribado el DB Regional con destino a la ciudad de Füssen. A diferencia del ICE, los asientos del tren regional son un poco menos ergonómicos. Füssen está a casi tres horas de Múnich, tiempo suficiente para recordar la historia del Rey Loco, como llamaban a Luis II de Baviera. Luis II era un gran admirador de las óperas de un Richard Wagner, alejado del gremio musical alemán y ahora exiliado en Zúrich. Embelesado por la historia del Caballero del Cisne, relatada en la ópera "Lohengrin" de Wagner, el Rey de Baviera comenzó la construcción de un castillo de estilo neogótico que llegaría a ser nombrado "El nuevo cisne de piedra".
Las primeras nevadas del invierno comienzan a cubrir los campos y los bosques con ese manto blanco de nieve, la que aún es suave. Pasamos la estación de Biessenhofen. Recuerdo cuán impactante fue para mis ojos apreciar por primera vez los Alpes Suizos, mientras el car tour rodeaba el lago de los Cuatro Cantones en dirección a Lucerna. Los Alpes Austriacos los visité en su auténtico corazón, Innsbruck, mientras disfrutaba de un apfelstrudel. Posteriormente ingresamos a Italia, donde los Alpes Italianos dan lugar a la majestuosa región de Dolomitti. Ahora puedo comenzar a ver la cadena de los majestuosos Alpes Bávaros.
Finalmente el tren arriba en el único andén de la estación central de Füssen. Una ciudad pequeña, casi podría decir deshabitada. En sus márgenes se encuentran los lagos Alpsee y Schwansee. A bordo un bus que se dirige hacía mi meta del día, el Castillo de Neuschwanstein..
Llegamos al famoso desfiladero de Pöllat. El castillo está enclavado en el corazón de los Alpes Bávaros, con magníficas vistas hacia los lagos. Se debe pasar por el centro de visitantes para coger vuestro tiquet, el cual tiene un horario específico para ingresar al castillo. El recorrido por el interior dura aproximadamente cuarenta y cinco minutos. No se permite tomar fotografías en el interior de las salas. El ascenso pondrá a prueba vuestra resistencia física, ya que se trata de una pendiente bastante inclinada y extensa. Las increíbles vistas que se tienen desde las curvas del camino hacen que valga la pena. Por las nevadas el camino está resbaladizo, agregar mis zapatillas de entrenamiento a la ecuación del desastre.
Una atracción del complejo es el Marienbrucke, el Puente de María, desde el cual se obtiene una vista panorámica. Por mantenimiento estaba cerrado, pero no me impidió escabullirme por un par de salidas hacía el puente, gracias a lo cual obtuve una vista privilegiada del castillo.
Al ingreso de debe pasar por la fortaleza de Hohenshwangau, como preludio a la magnífica obra arquitectónica que se despliega al frente. Con una audioguía de bolsillo se recorren los salones del trono, con su impresionante ábside, y el salón de baile que se iluminaba con más de cinco mil velas.
Tras un agitado día en Füssen es momento de descansar para seguir descubriendo la bella Múnich. La pequeña vista de mi cuarto del Amba me hace recordar cuán diferente fue mi primera excursión. No será la pequeña suite del Barceló Aran Mantegna de Roma, pero es justo lo que necesito.
Terminado el recorrido me refugio del gélido clima en una de las cafeterías. Currywurst y pommes frites para almorzar, tan buenas que no resisto a ordernar una segunda tanda. Es momento de volver a abordar el Regio con rumbo a Múnich. Estando tan cerca de la frontera con Austria no me resisto a planear una visita la ciudad de la música, ciudad de Mozart, la bella y medieval Salzburgo, visita que os comentaré en la siguiente nota. La noche cae mientras viajamos sobre los rieles, dejando hermosas postales navideñas de la Bavaria rural, tierra donde el folcklore alemán se vive a flor de piel, trajes llenos de tipismo, sabores inigualables, el vibrante sonido del trombón y la tuba, y que nunca se es un extraño solitario en una cervecería alemana.
Tras un agitado día en Füssen es momento de descansar para seguir descubriendo la bella Múnich. La pequeña vista de mi cuarto del Amba me hace recordar cuán diferente fue mi primera excursión. No será la pequeña suite del Barceló Aran Mantegna de Roma, pero es justo lo que necesito.
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