Por la Puerta del Juicio Final
Saliendo del Cafe Panis. Caminando con mi amiga Sandrine sobre el Souvenirs Lagrange nos dirgimos con el resto del grupo hacia la Catedral de Notre Dame de Paris. Sobre La Senne y el lateral tengo una excelente vista de la aguja de la Catedral y los arbotantes que sostienen el peso de la estructura, una invención que le permitió a los arquitectos góticos añadir magníficos vitrales y elevar aún más sus catedrales descansando el peso de las bóvedas sobre los contrafuertes en el exterior de los muros.
En la plaza Jean Paul II se puede admirar el frontispicio de la catedral con sus características torres y su rosetón central. Tres magníficas puertas se abren por esta fachada occidental, al Norte la Puerta de la Virgen, al centro la Puerta del Juicio Final, y hacía el sur la Puerta de Santa Ana.
En esta misma plaza está ubicado Point Zéro des Routes de France, el Kilómetro Cero de las carreteras francesas. Una placa de latón en el piso indica este punto, y dicen que si lo pisas fuerte volverás a París. (Creo que fue efectivo hacerlo, volví a Francia otras dos veces luego de pisarlo).
La Puerta del Juicio Final nos muestras las escenas de las postrimerías del cristianismo. La primera fila de figuras sobre la cabeza de San Pedro nos muestra la resurrección de los muertos. La segunda fila las almas justas en vida hacia nuestra izquierda y las almas pecadoras hacia nuestra derecha junto a un estilizado demonio, muestran una expresión de dolor. Sobre el ángel y el demonio que sostienen la balanza se muestra la ciudad de Jerusalén. Y rematando en el plano superior se encuentra Cristo el Juez y a su lado las Santas Mujeres que interceden por las almas mientras dos ángeles sostienen los símbolos de la pasión. El resto del tímpano está decorado con figuras angelicales.
Custodiando la catedral se encuentran las dantescas figuras que adornan los planos superiores, las Gárgolas. Sin embargo su uso es para evacuar el agua de los techos y evitar su acumulación.
El ingreso es sobrecogedor para el espíritu. Tras pasar el nártex que separaba a los no bautizados se despliega ante mi la nave central con su techo abovedado. El sonido del órgano y el coro entonando cantos te hace caer en las visiones del Paraíso de Dante.
Los coloridos vitrales con escenas bíblicas y la luz de un aspecto casi divino inundan las naves laterales. Las famosas fotografías de mis libros de arte de secundaria estaban ahora ante mí en vivo y no se puede entender la belleza de los rosetones de Notre Dame hasta que se está frente a uno.
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