lunes, 16 de febrero de 2015

Isla de Capri, baluarte de Tiberio

Precipicios, aguas turquesa, y limones. 




Como Jason navegando el Egeo abordo del Argo. El vaivén incesante de las olas exaltadas por el viento hace que nuestra embarcación se mueva implacablemente. Como marinero experimentado en las aguas del Pacífico en Guatemala las molestias que me produce el movimiento de la nave son mínimas. Sin embargo los demás tripulantes no resisten la náusea y la mayoría no tiene más opción que retirarse a la popa o utilizar la bolsa para emesis. Un recorrido de poco más de 45 minutos por las bravas aguas del Tirreno y atracamos en Marina Grande al pie del Monte Solaro. 



Espero que los compañeros se recuperen del mal trago en el barco y continuamos el recorrido. Abordo de dos taxis colectivos iniciamos el ascenso de los montes hacia la región de Anacapri. Las calles son bastante estrechas, difícilmente pasan dos vehículos tipo sedán al mismo tiempo en sentido contrario, pero la agudeza de nuestros conductores locales les permite pasar sin problema alguno. Una leve llovizna nos hace agachar un poco la cabeza, pero el espíritu está tan excitado que no nos impide avanzar. 







Próximo a la Villa San Michele se tienen las mejores vistas de Capri, el golfo de Napoli, y la península de Sorrento. El termino "bello" se queda corto para describir esta isla. Sus costas son bañadas por las aguas del Tirreno de una exquisita gama de tonos que van desde el turquesa hasta el azul profundo combinados con las grises rocas de los escarpados con notas de verde tan intenso como si la roca sangrara clorofila. 










Al filo del medio día llegamos a un ristorante. Almuerzo un tradicional risotto con calamares como entrada, seguido de una buena ración de anillas de calamar frita en aceite de olivas extravirgen y una ensalada verde aderezada con el jugo de los hermosos limones amarillos de Capri. Con tan perfectos limones se prepara una exquisita bebida. Un licor eminentemente asociado a la región de Campania y casi me atrevo a decir que a Italia en general. Limoncello, ambrosía para el paladar del viajero. No todos los días se almuerza con la vista del Tirreno. 








Con estos limones se prepara la pasta que se combina con alcohol de cereales para producir esa bebida con un dulce gusto al paladar y el fuerte golpe de una concentración alcohólica de entre 25 y 30 grados. 



Terminado el almuerzo seguimos nuestro camino hacia el municipio de Capri. 











Las calles están marcadas con bella cerámica policromada y fondo blanco. Una de las más bellas que noto en el camino es la de Carthusia I Profumi di Capri.




Caminando en dirección de Villa Calipso. Las vistas de los escarpados precipicios no dejan de asombrarme y comienzo a deducir que fue quizá por la belleza de este lugar que el emperador romano Tiberio decidió trasladar a esta isla el control del Imperio Romano. 





Alta moda en la isla. Salvatore Ferragamo. 


Limoncello







Observad entre la espesura y vereis lo que os aguarda sobre el jardín de Augusto. 

Llegamos a un mirador en los jardines de Augusto, en la parte sur de la isla. Ante mis ojos tengo una de las postales más famosas y quizá la más bella del continente europeo. Tres formaciones rocosas de caliza se levantan sobre las celestes aguas del Tirreno. Stella. Mezzo, y Scopolo. Los faraglioni de la costa sur de la isla de Capri.  Sobre el mirador encontamos un curioso reloj solar. De albo mármol y bronce, marca las horas con la sombra de un diminuto obelisco. Una placa nos relata la historia de este singular reloj. La Meridiana di Capri conmemora la grandeza de la Isola di Capri durante el Imperio Romano. Esta obra se inspira en el Horologium que es uno de los monumentos más significativos de la arquitectura romana, construido en Roma en el año 10 a.C.  en el Campo Marzio. INSULA SOLI DONUM DEDIT. 





















Con el sol casi en el ocaso es hora de marchar. Las vistas de la costa sur de Capri son un deleite para el alma y como si mis ojos tuviera el poder de una cámara fotográfica, aún llevo plasmada la vista de los faraglioni el día 11 de noviembre de 2014 a las 16:30 horas. El funiculare nos lleva desde las cima de Capri hacia el puerto en Marina Grande. Mis compañeros precisan de un antiemetico antes de abordar el catamarán. Esta vez me voy en la popa en caso de que alguno necesite auxilio. Con el sol cayendo en el Mediterráneo veo por última vez la escarpada isla seguida por la blanca estela del vaporetto. ¡arrivederci Capri! Capri la bella y seductora isla, sede del poder de Roma, lugar de descanso de importantes personajes desde los tiempos del Imperio Romano. Mientras contemplo este idílico paraíso no puedo evitar dejar escapar una lágrima.Quién fuera oriundo de este terruño, para cada día observar el sol salir detrás de Sorrento y bañarse en las aguas turquesa del Tirreno.  







Tocamos tierra. Abordamos el autobús en dirección de vuelta a Roma. Quisiera tener un poco más de tiempo para recorrer la ciudad de Nápoles y sus emblemáticos castillos. Llegamos entrada la noche y el olivo del Aran Mantegna iluminado se convierte en modelo fotográfico. No en orden cronológico pero ahora preparense para abrir los ojos a la Ciudad Eterna, eje y capital del mundo, la sede del imperio más grandioso que ha pisado este planeta. Roma. 


Ya era hora de beber...porque bien dice que el que a este mundo vino y no ha probado el vino a qué vino. Una birra que una compañera venía guardando desde Antwerpen, Bélgica. 



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